La temperatura incrementará y las ciudades serán las más afectadas

  • 03 de octubre de 2020

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El cielo se tiñe de color naranja, las nubes de humo sobrevuelan el Pacífico occidental y recorren unos 2.100 kilómetros, el hollín y las cenizas se posan sobre los glaciares y las capas de hielo, haciendo que se derritan aun más rápido; miles de ciudadanos se desplazan de sus casas debido a las llamas, ciudades enteras quedan en cenizas, se encuentran muertos abrasados por el calor en sus carros.

La lista que conforma esta postal del infierno en la tierra y que se ha vivido en los últimos días en al menos 12 estados de Estados Unidos continúa, y continuará a menos que se haga algo al respecto, pues cada año se bate el récord de temperatura en la tierra.

Estas tragedias no son algo nuevo. Sin embargo, la intensidad de como se viven son una evidencia de que las consecuencias del cambio climático cada vez serán más fuertes. Y literalmente están en las puertas de nuestras casas.

En este momento, se calcula que el 55 por ciento de la población mundial vive en ciudades, para el año 2050 será cerca del 80 por ciento. Ciudades que para ese entonces habrán experimentado cambios sorprendentes de sus condiciones climáticas: aproximadamente el 77 por ciento tendrá un clima distinto al que tiene en la actualidad, y un 22 por ciento se encontrará con condiciones que ni siquiera existen en este momento.

O por lo menos así lo señala una investigación de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich —universidad pública en Suiza pionera en investigaciones en Europa y en todo el mundo—, en la que se explica que los cambios serán dramáticos en las ciudades, especialmente en las de las latitudes del norte.

En estas, para el 2050, el clima se asemejará al actual de las ciudades que se encuentran a más de 1.000 km al sur. Por ejemplo, en Europa las ciudades serán 3,5 °C más cálidas en verano y 4,7 °C en invierno. Eso significa que, por ejemplo, Londres se parecerá a la Barcelona de hoy, Moscú a la Sofía de hoy y Viena a la Estocolmo de hoy.

Por otro lado, las regiones tropicales experimentarán cambios más pequeños en la temperatura, pero cambios significativos en la precipitación, siendo los meses más húmedos un 5 por ciento más húmedos y los meses secos un 14 por ciento más secos. Es decir, en general, los trópicos se volverán más secos y las sequías serán más severas.

Por medio de un mapa interactivo, los investigadores demuestran cuáles de las 520 ciudades evaluadas en todo el mundo seguirán siendo relativamente similares a como son hoy y cuáles tendrán grandes cambios comparándolas con otras ciudades y sus climas actuales.

“Creemos que es a través de esta comparación con las ciudades actuales y sus conocidas luchas con sus condiciones climáticas que la necesidad de actuar se vuelve tangible”, dice la investigación. Para tener un ejemplo más cercano, Buenos Aires tendrá un clima muy similar al que tiene hoy Sídney. La capital argentina tendrá un cambio de temperatura de 1,5 °C, con un aumento máximo probable en verano de 2,4 grados.

Aunque estos incrementos en las temperaturas no parecieran ser grandes, la realidad es otra. Por poner un ejemplo.

Lo más preocupante de esta investigación es que este sería el escenario más optimista donde la implementación de políticas de mitigación habrían estabilizado las emisiones de CO2 y la temperatura global media habría aumentado en 1,4 °C.

El calor no para
Aunque las imágenes son dantescas, persiste una notable indiferencia en la humanidad que ignora la amenaza real que se vive en este momento por cuenta del cambio climático, e ignora aun más el cambio brutal que se viene de aquí en adelante.

Como lo ha señalado en repetidas ocasiones António Guterres, secretario general de la ONU, “el cambio climático se mueve más deprisa que nosotros” y lo más perturbador de todo esto, a juicio de Guterres, es que lo sabíamos: “Los científicos nos lo han estado advirtiendo durante décadas. Una y otra vez”, pero “demasiados líderes han rechazado escucharlos” y “ahora vemos los resultados”, en algunos casos “acercándonos a las peores previsiones científicas”.

Y sí, las condiciones cada vez son peores. Según lo señaló la Organización Meteorológica Mundial (OMM), el hemisferio norte del planeta registró este año el verano más caluroso del que se tenga constancia, así como el mes de agosto más cálido jamás documentado. Las temperaturas estuvieron 1,17 °C por encima de la media, superando el segundo periodo más cálido registrado en 2016 y en 2019.

Esta es una tendencia que no para de unos años para acá: los diez agostos con las temperaturas más altas se han registrado desde el año 1998 y los cinco más cálidos ocurrieron a partir de 2015.

Los científicos nos lo han estado advirtiendo durante décadas una y otra vez, pero demasiados líderes han rechazado escucharlos y ahora vemos los resultados

La cuenta regresiva está en diez. La humanidad desde este momento tiene diez años para pasar el punto sin retorno. Si las emisiones de carbono no disminuyen, se espera que la tierra sea entre 2,0 °C y 2,5 °C más cálida para 2050. Los costos asociados con este nivel de calentamiento superan los 12 billones de dólares para 2050 y las repercusiones para la humanidad y en general para la vida en el planeta serán nefastas.

La ONU publicó hace una semana el quinto informe ‘Perspectiva Mundial sobre la Diversidad Biológica’, en el que se advierte que a pesar de los avances alentadores en numerosas áreas, la naturaleza está sufriendo severamente y su situación sigue empeorando.

Al respecto, Inger Andersen, directora ejecutiva del Pnuma (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), señaló que debemos acelerar y aumentar la colaboración para obtener resultados positivos para la naturaleza: conservar, restaurar y usar la biodiversidad de manera justa y sostenible.

Un calor desigual
Por otra parte, los especialistas advierten que en el futuro el calor no solo será extremo, sino que será profundamente desigual. Climate Impact Lab publicó recientemente una investigación en la que se revela que un planeta más caliente no afectará a toda la humanidad por igual. Los días calurosos con temperaturas promedio superiores a 35 °C  resultan históricamente peores para la salud pública mundial que los días fríos por debajo de -4 °C.

En promedio, un solo día caluroso aumenta las tasas de mortalidad en cuatro muertes por un millón de personas, mientras que los días fríos aumentan la tasa de mortalidad en tres muertes por un millón de personas. Pero existen diferencias sustanciales entre lugares, dependiendo de cuán rica sea la población y cuán cálido sea el clima.

El 10 por ciento más rico de la población mundial dilapidó un tercio del presupuesto global del carbono restante para mantener la temperatura del planeta por debajo de 1,5 grado

Según la investigación, a medida que aumentan las temperaturas, los daños a la sociedad se incrementan y las tasas de mortalidad aumentan más entre las poblaciones más pobres de hoy. Para 2099, en un escenario de crecimiento continuo y elevado de emisiones, el cambio climático aumentará las tasas de mortalidad en los países de bajos ingresos en 106,7 muertes por 100.000.

Mientras tanto, se proyecta que los países de ingresos altos verán disminuir las tasas de mortalidad en 25,2 muertes por cada 100.000, mientras gastan significativamente para prevenir más muertes. En general, los países ricos de hoy pagan casi tres veces más que los países pobres para adaptarse al aumento de las temperaturas y evitar más muertes.

Y la injusticia va más allá, pues como lo reveló Oxfam Intermón esta semana, es tan solo el 1 por ciento más rico de la población mundial (63 millones de personas) el responsable de más del doble de las emisiones contaminantes a la atmósfera que la mitad más pobre del planeta (3.100 millones) entre 1990 y 2015.

Oxfam Intermon destaca en el informe que los dos grupos más afectados por este desequilibrio son los menos responsables de la crisis climática, es decir, las personas más pobres y con mayor riesgo de exclusión y las generaciones futuras.

El estudio dice además que el 10 por ciento más rico dilapidó un tercio del presupuesto global del carbono restante para mantener la temperatura del planeta por debajo de 1,5 grados —como recomiendan los científicos—, frente al 4 por ciento de la mitad más pobre de la población mundial.

El presupuesto de carbono es la cantidad de dióxido de carbono que puede emitirse a la atmósfera sin provocar que el calentamiento global exceda los 1,5 grados. Si las emisiones del 10 por ciento de la población más rica continúa al ritmo que lleva, el presupuesto de carbono se agotará en 2030.

“El mapa de emisiones refleja que el consumo de carbono ha servido para enriquecer a unos pocos y no para sacar a la gente de la pobreza. Este modelo ha caducado y es urgente poner en marcha uno nuevo”, dice la investigación.

Sin duda, la constante en los discursos sobre el cambio climático es “actuar ya”, y aunque se hace en cierta medida, evidentemente no lo suficiente.

Fuente: El Tiempo, por SIMÓN GRANJA MATIAS de Redacción Domingo

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