Los ODS, un gran proyecto ético de corresponsabilidad solidaria

  • 09 de noviembre de 2020

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Nuestro mundo, (no me atrevo a decir post- Covid), ha puesto en evidencia, más aún, si cabe, los problemas más apremiantes de nuestro mundo global, esos que aparecen representados en 17 cubos de colores que tratan de ser la fotografía del problema y, al mismo tiempo, de la solución. Si tuviéramos que sintetizar los ODS, creo que estaríamos de acuerdo en afirmar que se trata, por encima de todo, de trabajar unidos para “no dejar a nadie atrás”, de lograr que la dignidad de todos los seres humanos sea igualmente valiosa y respetada en todo el mundo, sin excepción. Este es el verdadero objetivo y en el que se integran todos los demás.

Puede resultar extraño que, aún contando con Leyes, Declaraciones y Pactos Internacionales, sigamos teniendo noticia de la vulneración de los Derechos Humanos cada día y en todo el mundo. Tal vez, lo que sucede es que hemos invertido el orden y hemos partido de las “Declaraciones”, es decir, de la definición de la dignidad humana reduciendo así el concepto a algo estático. Y es que no se trata de conceder derechos, sino de reconocerlos como algo previo, como exige el aprecio al valor de la dignidad humana. Adela Cortina señala que el problema reside en el aprecio a esos valores éticos que representan los Derechos Humanos, valores que tienen que ser estimados e incluso “degustados”, no basta con conocerlos o saberlos de memoria: “Si somos incapaces de estimar la dignidad, entonces de los derechos humanos no quedan sino las convenciones históricas en las que se conviene en conceder derechos a los seres humanos, no en reconocérselos”. (Cortina, 2009, 135) Este reconocimiento es crucial y tal vez sea lo que mejor puede explicar el hecho de que verbalmente todos apreciemos valores éticos como la igualdad, la libertad, la solidaridad y la integridad, pero, sin embargo, vivamos muchas veces de espaldas a ellos en la existencia cotidiana.

Hablar de una sociedad justa supone partir de una concepción clara de lo que entendemos por justicia. Los ODS parecen definir con sus enunciados y, sobre todo, con sus metas lo que es una sociedad justa, una sociedad en la que no existan desigualdades (ODS 10), en la que la pobreza y el hambre desaparezcan (ODS 1 y 2), en la que todas las personas puedan vivir de una manera digna, teniendo acceso a la educación y a la salud (ODS 3 y 4). Una sociedad con condiciones de justicia exige contar con Instituciones justas (ODS 16), que velen por la paz y la protección de los Derechos Humanos, pero también es fundamental, que las Instituciones públicas y privadas se rijan y se gobiernen con criterios de justicia, de ética y de transparencia.

Emmanuel Levinas define la justicia como “el derecho a la palabra” enlazando precisamente con el concepto de dignidad humana. Levinas propone una ética del encuentro con el otro, un encuentro cara a cara que nos reconoce como seres interdependientes. Este descubrimiento del otro a través del diálogo es el fundamento de la ética discursiva o de la responsabilidad solidaria, que reconoce a los demás como interlocutores “válidos”, esto quiere decir que reconoce sus derechos y su dignidad como personas. Tal vez la clave para hacer realidad los Objetivos de Desarrollo Sostenible y construir una sociedad responsable, una sociedad con un profundo sentido de la justicia, sea una ética cívica basada en la corresponsabilidad solidaria, un proyecto ético que se hace cargo de la realidad y no elude la responsabilidad moral con los otros.

Me gustaría terminar con este cuento hasídico que bien podría explicar las relaciones humanas en la sociedad post - ODS, ojalá nuestra Agenda común no se quede en la expresión de una utopía, aunque la utopía, como bien dice Galeano, siempre nos sirve para caminar:

Un viejo rabino preguntó una vez a sus alumnos: ¿cómo se sabe la hora en que la noche ha terminado y el día ha comenzado? Será, dijo uno de ellos, cuando uno pueda distinguir, a lo lejos, un perro de una oveja. No, le contestó el rabino. Será, entonces, dijo otro, cuando alguien pueda distinguir, a lo lejos, un almendro de un duraznero. Tampoco, contestó el rabino. Pues, entonces, preguntaron ellos, ¿cómo lo sabremos? Lo sabremos, dijo el rabino, cuando al mirar el rostro humano, reconozcas a tu hermano o a tu hermana. Mientras tanto seguiremos estando en la noche. (Losada 2005, 58) 

*Citas:
Cortina, A. (2009). Ética de la Razón Cordial. Educar en la ciudadanía del siglo XXI (2a). Oviedo: Nobel.
Levinas, E. (2016). Totalidad e Infinito. Salamanca: Sígueme.
Losada, M. (2005). La responsabilidad para con el otro: una crítica a occidente. Universitas Philosophica, 44–45, 39–62.

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